Escucho que buena parte del periodismo y la dirigencia política interpreta que la amplia participación popular en los festejos del bicentenario obedece a una cierta voluntad de comunión más allá de todas las diferencias, y que “los políticos” tienen que ser consecuentes con este “mensaje”.
Esta lectura resulta algo perversa, porque tiene como consecuencia el vaciamiento absoluto del contenido de los festejos.
El festejo del bicentenario no fue distracción y diversión pura, fue un hecho social, artístico y político histórico con algunos contenidos que deberían ser distinguidos para poder interpretar “el verdadero mensaje de la gente”, si es que lo hay; o al menos para pensar el sentido de esa celebración.
La propuesta festiva organizada por el Estado Nacional no fue una propuesta vacía de contenido, fue una propuesta amplia pero que marca el rumbo que decidió tomar el Gobierno Nacional, y que se inscribe en una tradición política e ideológica con algunos precedentes en la historia argentina: por ejemplo Irigoyen, los gobiernos de Perón y el de Néstor Kirchner.
La propuesta artística no fue puro esteticismo, las 19 escenas de la historia Argentina fueron 19 interpretaciones, y las 19 pertenecen a una forma de entender la historia y a una voluntad de construir el futuro, con la que no todos los argentinos coincidimos.
Está claro que no todos los argentinos piensan que el último golpe de estado es una etapa oscura y negativa de nuestra historia; que la guerra de Malvinas (entre otras cosas) fue un recurso ruinoso para que los golpistas puedan perpetuarse en el poder; que la industria nacional que comenzó cuando la sustitución de importaciones después de la crisis del treinta y se profundizó con el peronismo, siempre a base de la transferencia de los recursos del agro, es algo para celebrar y retomar; que las Madres de Plaza de Mayo son un símbolo de la argentinidad y que su lucha debe ser reivindicada por todos; que además de inmigrantes europeos, antes estaban los pueblos originarios; o que la emergencia del pueblo trabajador como actor político, ya sean anarquistas, comunistas, Irigoyenistas, socialistas o peronistas, resulta un proceso que también debemos reivindicar. La decisión del director del desfile, de representar la industria desde el trabajo, con hombres y mujeres que depositan su esfuerzo con el overoll engrasado, no es caprichosa, destaca la importancia del trabajo por sobre la idea “del inversor”; la elección de artistas populares, el amplio sector dedicado a la gastronomía y el poco o ningún auspicio ni comercialización exclusiva de la celebración también resultan indicadores del contenido ideológico.
Con todo, los millones de personas que asistimos a estos festejos, manifestamos y celebramos nuestra comunión con una cierta historia, y una forma de proyectar nuestro futuro.
La propuesta fue amplia y por eso fuimos muchos los que celebramos, pero no fue una propuesta totalizadora, por eso no es simple festejo de una argentinidad total y vacía, sino la expresión de una voluntad, con distintas formas, caminos y colores, pero un mismo rumbo, que no es el de todos, pero es el de una amplia mayoría. Y en esa mayoría no está Macri ni Mirtha Legrand y unos cuantos más, por eso no es una boludez que la Presidenta ni los demás argentinos renunciemos a las diferencias que nos distancian de los Macri.
Es necesario tomar otros caminos para construir una identidad y un futuro distinto al de la Argentina de 1910 que reivindicó Carrió. Ya se ha hecho algo, pero será necesario tomar mayor distancia, porque el pueblo de hoy, dista mucho de ser uno feliz, aunque lo es más que en 1910.
Esta lectura resulta algo perversa, porque tiene como consecuencia el vaciamiento absoluto del contenido de los festejos.
El festejo del bicentenario no fue distracción y diversión pura, fue un hecho social, artístico y político histórico con algunos contenidos que deberían ser distinguidos para poder interpretar “el verdadero mensaje de la gente”, si es que lo hay; o al menos para pensar el sentido de esa celebración.
La propuesta festiva organizada por el Estado Nacional no fue una propuesta vacía de contenido, fue una propuesta amplia pero que marca el rumbo que decidió tomar el Gobierno Nacional, y que se inscribe en una tradición política e ideológica con algunos precedentes en la historia argentina: por ejemplo Irigoyen, los gobiernos de Perón y el de Néstor Kirchner.
La propuesta artística no fue puro esteticismo, las 19 escenas de la historia Argentina fueron 19 interpretaciones, y las 19 pertenecen a una forma de entender la historia y a una voluntad de construir el futuro, con la que no todos los argentinos coincidimos.
Está claro que no todos los argentinos piensan que el último golpe de estado es una etapa oscura y negativa de nuestra historia; que la guerra de Malvinas (entre otras cosas) fue un recurso ruinoso para que los golpistas puedan perpetuarse en el poder; que la industria nacional que comenzó cuando la sustitución de importaciones después de la crisis del treinta y se profundizó con el peronismo, siempre a base de la transferencia de los recursos del agro, es algo para celebrar y retomar; que las Madres de Plaza de Mayo son un símbolo de la argentinidad y que su lucha debe ser reivindicada por todos; que además de inmigrantes europeos, antes estaban los pueblos originarios; o que la emergencia del pueblo trabajador como actor político, ya sean anarquistas, comunistas, Irigoyenistas, socialistas o peronistas, resulta un proceso que también debemos reivindicar. La decisión del director del desfile, de representar la industria desde el trabajo, con hombres y mujeres que depositan su esfuerzo con el overoll engrasado, no es caprichosa, destaca la importancia del trabajo por sobre la idea “del inversor”; la elección de artistas populares, el amplio sector dedicado a la gastronomía y el poco o ningún auspicio ni comercialización exclusiva de la celebración también resultan indicadores del contenido ideológico.
Con todo, los millones de personas que asistimos a estos festejos, manifestamos y celebramos nuestra comunión con una cierta historia, y una forma de proyectar nuestro futuro.
La propuesta fue amplia y por eso fuimos muchos los que celebramos, pero no fue una propuesta totalizadora, por eso no es simple festejo de una argentinidad total y vacía, sino la expresión de una voluntad, con distintas formas, caminos y colores, pero un mismo rumbo, que no es el de todos, pero es el de una amplia mayoría. Y en esa mayoría no está Macri ni Mirtha Legrand y unos cuantos más, por eso no es una boludez que la Presidenta ni los demás argentinos renunciemos a las diferencias que nos distancian de los Macri.
Es necesario tomar otros caminos para construir una identidad y un futuro distinto al de la Argentina de 1910 que reivindicó Carrió. Ya se ha hecho algo, pero será necesario tomar mayor distancia, porque el pueblo de hoy, dista mucho de ser uno feliz, aunque lo es más que en 1910.
Excelente post compañero. Tal vez lo que joda es justamente eso, qeu los festejos estuvieron bien cargados políticamente. En las antípodas de los icípidos actos escolares de antes.
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