jueves, 27 de mayo de 2010

Bicentenario


Escucho que buena parte del periodismo y la dirigencia política interpreta que la amplia participación popular en los festejos del bicentenario obedece a una cierta voluntad de comunión más allá de todas las diferencias, y que “los políticos” tienen que ser consecuentes con este “mensaje”.

Esta lectura resulta algo perversa, porque tiene como consecuencia el vaciamiento absoluto del contenido de los festejos.

El festejo del bicentenario no fue distracción y diversión pura, fue un hecho social, artístico y político histórico con algunos contenidos que deberían ser distinguidos para poder interpretar “el verdadero mensaje de la gente”, si es que lo hay; o al menos para pensar el sentido de esa celebración.

La propuesta festiva organizada por el Estado Nacional no fue una propuesta vacía de contenido, fue una propuesta amplia pero que marca el rumbo que decidió tomar el Gobierno Nacional, y que se inscribe en una tradición política e ideológica con algunos precedentes en la historia argentina: por ejemplo Irigoyen, los gobiernos de Perón y el de Néstor Kirchner.

La propuesta artística no fue puro esteticismo, las 19 escenas de la historia Argentina fueron 19 interpretaciones, y las 19 pertenecen a una forma de entender la historia y a una voluntad de construir el futuro, con la que no todos los argentinos coincidimos.

Está claro que no todos los argentinos piensan que el último golpe de estado es una etapa oscura y negativa de nuestra historia; que la guerra de Malvinas (entre otras cosas) fue un recurso ruinoso para que los golpistas puedan perpetuarse en el poder; que la industria nacional que comenzó cuando la sustitución de importaciones después de la crisis del treinta y se profundizó con el peronismo, siempre a base de la transferencia de los recursos del agro, es algo para celebrar y retomar; que las Madres de Plaza de Mayo son un símbolo de la argentinidad y que su lucha debe ser reivindicada por todos; que además de inmigrantes europeos, antes estaban los pueblos originarios; o que la emergencia del pueblo trabajador como actor político, ya sean anarquistas, comunistas, Irigoyenistas, socialistas o peronistas, resulta un proceso que también debemos reivindicar. La decisión del director del desfile, de representar la industria desde el trabajo, con hombres y mujeres que depositan su esfuerzo con el overoll engrasado, no es caprichosa, destaca la importancia del trabajo por sobre la idea “del inversor”; la elección de artistas populares, el amplio sector dedicado a la gastronomía y el poco o ningún auspicio ni comercialización exclusiva de la celebración también resultan indicadores del contenido ideológico.

Con todo, los millones de personas que asistimos a estos festejos, manifestamos y celebramos nuestra comunión con una cierta historia, y una forma de proyectar nuestro futuro.

La propuesta fue amplia y por eso fuimos muchos los que celebramos, pero no fue una propuesta totalizadora, por eso no es simple festejo de una argentinidad total y vacía, sino la expresión de una voluntad, con distintas formas, caminos y colores, pero un mismo rumbo, que no es el de todos, pero es el de una amplia mayoría. Y en esa mayoría no está Macri ni Mirtha Legrand y unos cuantos más, por eso no es una boludez que la Presidenta ni los demás argentinos renunciemos a las diferencias que nos distancian de los Macri.

Es necesario tomar otros caminos para construir una identidad y un futuro distinto al de la Argentina de 1910 que reivindicó Carrió. Ya se ha hecho algo, pero será necesario tomar mayor distancia, porque el pueblo de hoy, dista mucho de ser uno feliz, aunque lo es más que en 1910.

jueves, 20 de mayo de 2010

Civilización o Barbarie


“Acá era un desastre, todo un empedrado hecho mierda, lo asfaltaron cuando vino la conchuda de la presidenta, cuando inauguró las remodelaciones del colegio y la ampliación del hospital de niños”. Lo dijo un taxista canoso, de excelente dicción, su pelo todo blanco y hablar pausado.

La Presidenta: Bárbara, por conchuda. El tachero… Bárbaro, por negro sucio y mal hablado, a pesar de la dicción. El Colegio Nacional: cría bárbaros que se beben de arriba todo el confort y el prestigio del centenario Colegio Nacional. Los egresados del colegio nacional: unos bárbaros peronistas a los que más tarde también les regalaron un título universitario. Los otros egresados del Colegio Nacional: de lo poco civilizado que le queda a este país, gente culta ¿vio? Gente bien, no como estos tilingos que con los primeros pesos se compran la Eco Sport.

“Acá está todo al revés. “El peor error que hizo Menem fue sacar el servicio militar obligatorio”. “El problema está seis cuadras más allá, eso no tiene solución, hay favelas, los pibes vienen hasta acá y a la noche te chorean todo”.

Gusta a los civilizados los conceptos de nuestro amigo taxista, pero en el criterio de evaluación civilizado pesa más que sea negro, sucio, taxista, mal hablado y seguro usa escarbadientes después de la cena, mientras toma el vino con soda. Tampoco se ponga puntilloso, usted civilizado que se la da de negro peronista, que egresó del colegio nacional: las favelas están a algo más de seis cuadras, casi le diría que a unos miles de kilómetros, usted y yo lo sabemos, pero el concepto se entiende, el taxista no fue al colegio nacional ni a brasil en los noventa, pero igual odia a los que viven en las favelas y a los que viven en la 11-14.

El taxista no es aceptado por la civilización bárbara europeizada ni por la astuta progresía doctorada en Galeano y luqueada con pulóver peruano; no es de la gauchocrasia ni marcha con los negros peronistas: es bárbaro. Es una suerte de cowboy suburbano. Ganado cimarrón que se gana la vida sin atenerse a más normas que las que rigen esta jungla gris. Principios con arreglo a fines muy claros, métodos que no reflejan la misma luminosidad. Proclives a pasar los semáforos en rojo. Ardientes amantes de la queja. Policías de las buenas costumbres, aunque de dudosa reputación.

En definitiva: los que leen La Nación dicen que todos los demás son Bárbaros; la progresía doctorada en Galeano dice que bárbaro es el mayor genocidio que registra la historia de la humanidad: la matanza de (nótese el oxímoron) indios americanos, y las cátedras de fascismo para principiantes, incluidas en la bajada de bandera del taxi; los peronistas cultos no hablan en términos de civilización o barbarie, pero les resulta imposible gambetear esos conceptos cuando rememoran el golpe del 55, el del 76, el bombardeo a la plaza, la exclusión del neoliberalismo, y cuando suben al taxi. De modo que el único sujeto social sobre el que todos los sociólogos de peluquería acuerdan en llamar bárbaro: es al taxista.