lunes, 16 de agosto de 2010
Periodismo deshistorizante
El compañero Lagorio nos envía este post para compartir aquí:
Hoy, leyendo un escrito de Jesús Martín Barbero (Los Oficios del Comunicador), además de deleitarme con una extensa y muy clara descripción de lo que implica el quehacer periodístico dentro del mapa comunicacional actual, encontré una frase que creo podría ser parte constitutiva de una posible hipótesis general que permita explicar la tan arraigada tendencia hacia la desmemoria política –aunque podría ser también histórica, cultural, social, etc.- en ciertos sectores de la sociedad. Barbero explica: “los medios están contribuyendo a un debilitamiento del pasado, de la conciencia histórica, pues su modo de referirse a la historia es casi siempre descontextualizándola, reduciendo el pasado a una cita, y a una cita que no es más que un adorno para colorear el presente…”.
¿Por qué remarcar esta frase? En primer lugar, lo primero que emerge a la superficie es la ya tan evidente influencia socio-cultural que ejercen los medios de comunicación sobre la sociedad; claro que no en términos de dominación, pero sí afirmando que los medios de comunicación, como diría Gramsci, son junto con la Iglesia y la Escuela, los principales mecanismos de producción, difusión y legitimación de ciertos discursos hegemónicos que “empapan” el quehacer social cotidiano. En el caso particular de la Argentina, el fenómeno de la híper instantaneidad informativa planteada en el primer párrafo cala profundamente sobre los sectores apolíticos de la sociedad, es decir, el ciudadano común (como si los demás no lo fuesen también) que no manifiesta interés efectivo por la política, o bien, que labura 12, 14 o 16 horas diarias y no tiene el tiempo suficientemente como para pegar un vistazo a lo que ocurre en el ámbito de la discusión política nacional. Más aún, los hay quienes, aturdidos por la noticia monopólica y ante la falta de tiempo reflexivo (tengamos en cuenta que también el ocio ha sido por demás monopolizado), terminan por consumir de modo liviano, aunque con gran elocuencia, el discurso hegemónico esgrimido por los principales actores del poder económico-político.
En este sentido, la sobreabundancia de información, el monopolio de la palabra y la descontextualización de la información, es decir, la exposición de noticias de alto contenido político que no presenten una lógica introductoria, junto con su desarrollo y conclusión – si es que debe de concluirse – terminan por tergiversar las noticias y, de este modo, sea intencional o no, deslegitiman la actividad periodística. Esto explica, en simples términos, cómo es que aún gozan de cierta legitimidad política personajes que en su momento descontaron jubilaciones y se opusieron a las leyes de Movilidad Jubilatoria y la estatización de los fondos previsionales (AFJP) y ahora, habiéndose aumentado las jubilaciones en casi un 600% desde el 2003, ponen el grito en el cielo por el 82% móvil y apelan a la hipersensibilidad social en un tema tan particular como lo es la protección social de nuestros abuelos y abuelas. Estos mismos caraduras (porque no encuentro otro adjetivo calificativo más descriptivo que éste) ahora aducen que a “este gobierno no le interesan los jubilados, que realmente no les importa si se cagan de hambre y tienen que vivir con miserables jubilaciones, tras una vida de esfuerzo y dedicación”. Se olvidan que, además de lo mencionado, antes del 2003 la cantidad de personas mayores con cobertura social era de sólo el 50%, mientras que hoy el porcentaje se eleva al 88% de los ciudadanos en edad de jubilarse.
En la vereda de enfrente y producto de la necesidad político-comunicacional, han surgido los programas de televisión 678, TVR y Duro de Domar versión 2010; que lo que intentan hacer básicamente es romper con este tipo de lógicas periodísticas y por eso la habitual recurrencia al archivo. Por supuesto que comparten ciertos vicios del periodismo tradicional y que a veces parece que padecieran cierta tentación por forzar los informes, pero se rescata justamente esto de intentar recobrar el sentido histórico de la noticia y forjar una visión un tanto más amarrada a los procesos y no simplemente al mero acontecimiento. Por último, hay otra cuestión a remarcar en este intento por romper con el nuevo tradicionalismo periodístico o, al menos, de ejercer batalla al discurso mediático. Tras las derrota legislativa por la “125”, el Kirchnerismo supo detectar el error en términos comunicacionales y es evidente que en adelante aplicó ciertos mecanismos (amén de La ley de Medios) para que esto no vuelva a suceder. Efectivamente, a lo que me refiero es a las exposiciones de los distintos funcionarios oficiales que en reiteradas ocasiones salieron a responder, sea a través de la Cadena Nacional o no, las distintas acusaciones de la oposición y a defender proyectos oficiales de alto impacto público para evitar que la información sea trastocada de modo arbitrario.
En suma, lo que se ha hablado hasta aquí es de una tendencia muy arraigada hoy día dentro del periodismo en la que se tiende a generar un efecto de descontextualización de la noticia, vicio que impacta profundo dentro de los sectores de la sociedad apolítica y algunos sectores “progresistas” que suelen apropiarse de los argumentos clarinescos al momento de efectuar una crítica en contra del gobierno nacional. Al fin de cuentas, lo que se está destruyendo es la memoria informativa, es decir, la construcción póstuma de la noticia y con ello se procede a una segunda instancia donde los tiempos se acortan y el pasado ya no es parte constitutiva de nuestras sociedades, sino simplemente eso, algo accesorio, chiquito e impoluto que por desgracia y cuestiones de las Ciencias Sociales, es parte de nuestra –paradójicamente- historia.
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el año pasado esta lucha comunicacional estaba perdida, ahora con 678 etc. mas el diario tiempo argentino se trata de emparejar un poco , ojala se pueda...
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