jueves, 3 de marzo de 2011

No Taaaan Distintos


En prensa3m escribí:

Luego de los discursos que inauguraron los períodos legislativos, tanto en el Congreso de la Nación como en la provincia de Buenos Aires, continúan las repercusiones sobre las menciones y omisiones al tema de la criminalidad y la seguridad. Ayer, la ministra de seguridad de la Nación Nilda Garré dijo que las diferencias entre la Nación y la Provincia son inventadas por los medios.

“Algunos medios han creado una oposición entre las autoridades de la Provincia (de Buenos Aires) y la Nación que es falsa”, dijo la ministra de Seguridad de la Nación. Y si bien la afirmación puede resultar inverosímil para el lector, hay mucho de verdad en esa expresión. Si bien son visibles las diferencias ideológicas que separan a Garré de Casal (una fue militante montonera en su juventud; y el otro trabajó en el Servicio Penitenciario) hay ciertos consensos básicos y antecedentes que no permiten a nadie, apuntar con el dedo acusador, no aún.

A pesar de la prédica y el estilo del ministro de Seguridad bonaerense Ricardo Casal, no es un funcionario que ordene a los jefes policiales reprimir ni expresa la necesidad de combatir la criminalidad con excesos policiales. Tampoco es un ideólogo de la tortura y el maltrato carcelario. Con todo, la precariedad en la que viven los presidiarios de la Provincia permite dudar del cumplimiento resocializador del servicio penitenciario, en tanto que la bonaerense no es una policía conocida internacionalmente por su mesura. Pero la realidad que nos circunda no es resultado de la voluntad de un funcionario, incluso la relación puede ser inversa en algún caso.

Por otro lado, la Federal cuenta con numerosas sospechas de corrupción, su actuación en el asesinato del militante Mariano Ferreyra y en el Indoamericano estuvieron muy lejos de ser ejemplos de disuasión y resolución de conflictos dignos de mención. Y la iniciativa del Gobierno Nacional de encarar una política de seguridad democrática y ciudadana acorde a un proyecto Nacional y Popular es un ingrediente novedoso en el menú presidencial.

En ese sentido, resulta exagerado acusar con el dedo a Scioli por no encarar una reforma que en Nación pudieron emprender hace muy poco tiempo atrás. Como ya hemos mencionado en esta columna, debe regir un criterio rector de toda política pública: Así como el accionar policial nunca debe generar daños mayores a los que habría provocado su ausencia, la voluntad de corregir las desviaciones que pueda tener un organismo, empresa o corporación, tampoco debe generar más daños de los que esa entidad ya genera por sí misma. La premisa puede resultar conservadora, y en un punto lo es, porque es un elemento necesario (sí que insuficiente) para la sustentabilidad y conservación de cualquier proyecto político.

El discurso gubernamental varió en mucho desde la llegada de Daniel Scioli. Mientras Arslanián combatía a la corporación policial, Scioli prefirió reparar lo que consideró una policía de “brazos caídos” y desmoralizada, y se exhibió comprando patrulleros y no pasando a retiro a centenares de efectivos policiales. Y si bien la reforma de la estructura policial se detuvo y el control político sobre la fuerza decayó, no hay una política de especial tolerancia al accionar policial cuando sus efectivos se extralimitan en sus facultades y cometen delitos. Los cambios en la estructura ministerial es un ejemplo de lo primero; mientras que el apartamiento de los efectivos que actuaron en José León Suarez y Baradero resulta un buen ejemplo de lo segundo.

La coincidencia en los Discursos de Cristina Fernández de Kirchner y Daniel Scioli, en la necesidad de despolitizar, desideologizar, y rechazar el aprovechamiento político y publicitario de la inseguridad y la criminalidad debe ser leído también en la misma clave. Ambos se sirven de herramientas que tienen distintos orígenes, pero tanto en la Provincia como en la Nación, prefieren una fuerza policial eficaz y confiable, aunque no todos tengan iguales condiciones y capacidades para encarar el mismo problema.

La calidad y complejidad que alcanzaron Cristina Fernández y Daniel Scioli en sus respectivos discursos quizás son explicativos de sus distintas capacidades. Y que la discusión sobre una política de seguridad ciudadana con fuerzas policiales a la altura de esa pretensión, no haya alcanzado a otros gobiernos provinciales también habla del lugar donde se ubica la centralidad de la política argentina y las capacidades, sí que diferentes, que algunos dirigentes que en camisa de once varas dicen lo que tiene que hacer la Presidenta o el Gobernador bonaerense, mientras en sus pagos no alcanzan los esfuerzos por balbucear una explicación a desapariciones y crímenes policiales inexplicables para distritos minúsculos y presupuestos exorbitantes.

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