miércoles, 20 de julio de 2011

Los autocríticos, y los que sólo critican


Uno de los recursos más ordinarios con las que algunos buscan depreciar el kirchnerismo, es denunciar una supuesta falta de autocrítica. Sin embargo, cuando el kirchnerismo asistió a situaciones adversas, no se vio más que autocrítica y corrección.

Los medios de comunicación más difundidos de la Argentina junto a sus voceros mejor consustanciados con la vida política, construyen a diario un relato del Gobierno, que –en esas crónicas-, se cimienta sobre una fuerza política discapacitada: sorda, ciega, de paladar negro, insensible, terca e inconsciente. Esta caracterización, ordinariamente suele alcanzar como resultado, que el kirchnerismo no es afecto a practicar autocríticas.

La autocrítica es el recurso que tiene cualquier organización para detectar desviaciones y corregirlas, en pos de alcanzar los objetivos propuestos. Los alcances, el ámbito y la oportunidad para realizar la autocrítica, está predeterminada por la conveniencia. Muchas veces los opositores acusan que el kirchnerismo no es autocrítico; cuando en realidad, lo que ocurre es que el kirchnerismo elige sus ámbitos y alcances para la autocrítica.

La derrota que sufrió el Gobierno Nacional en 2008 cuando quiso llevar adelante una medida de intervención económica con significativo impacto en el sector más próspero y tradicional del aparato productivo argentino, tuvo como consecuencia una profunda autocrítica y revisión hacia adentro del kirchnerismo. Esa autocrítica se manifestó en numerosos foros militantes, algunos de ellos virtuales, que luego devinieron en un ámbito de producción muy fructífero: los llamados bloggeros K. Por otra parte empezaron a emerger pequeños agrupamientos, primero de amigos y más tarde de militantes, donde se debatían los defectos del kirchnerismo, no tan solo como Gobierno, sino como fuerza política capaz de sostener las transformaciones sociales que el sillón de Rivadavia sólo permite pronunciar. Por su parte, en la cúpula del poder presidencial también dieron cuenta de los errores no forzados, tomaron nuevas iniciativas y actualizaron las herramientas de intervención.

Esto permitió que luego de la mencionada derrota por “la 125” y la consecutiva caída electoral en 2009, el kirchnerismo pudo sostenerse, contra todo pronóstico, como la fuerza que ejerce la centralidad de la política nacional. Hoy, después de casi ocho años el kirchnerismo puede construir un relato sobre el pasado, es lo único sólido sobre lo que se puede intervenir en la política argentina presente, y es la fuerza política que mejor se proyecta hacia el futuro. Esto mismo no se puede decir sobre ninguno de los numerosos sellos que consagraron al “grupo A”, en aquella asamblea legislativa.

Fue la autocrítica lo que permitió al kirchnerismo sofisticar sus herramientas comunicacionales, comprometerse con la democratización de los medios de comunicación, con los derechos vinculados a la diversidad sexual, incluso fue la autocrítica lo que le permitió al Gobierno Nacional, dar cuenta de que en las actuales condiciones del mercado de trabajo era imposible incluir a la totalidad de la población vía pleno empleo, y entonces impulsó la Asignación Universal por Hijo y el programa de Inclusión Social con Trabajo llamado “Argentina Trabaja”. Claro, no fue sólo la autocrítica, esas iniciativas son el fruto de las motivaciones que mejor conmueven a los kirchneristas, y muchas de ellas estaban plasmadas en su plataforma electoral. Pero en cambio, se revisaron las formas y los criterios de oportunidad y conveniencia.

En el kirchnerismo, los debates se dan todos los días, en innumerables foros que van desde charlas y debates encabezadas por intelectuales, periodistas, dirigentes políticos y funcionarios de gobiernos. Esa vivacidad con la que el kirchnerismo se vive a sí mismo, se puede percibir con sólo observar los calendarios de cualquier agrupación juvenil, sindical o partidaria. Una recorrida por la red social Twitter, o por los blogs, permite estar actualizados sobre cuáles son las discusiones del momento.

Apenas unos segundos después de conocidos los resultados de los comicios porteños, en Twitter ya había comenzado la discusión sobre las razones del fracaso electoral. Desde el día siguiente, los blogs contenían varios artículos sobre el tema. El lunes posterior a los comicios, el director de la Biblioteca Nacional Horacio González acudió a una exposición en el Rectorado de la Universidad Nacional de La Plata, allí, el filósofo ya había comenzado con las primeras “autocríticas”.

Sin embargo, cuando los medios de comunicación le permiten a toda la comunidad asistir a los procesos de discusión que aplica el kirchnerismo, estos son exhibidos como “luchas intestinas”, discordias, o circunstancias excepcionales.

Pero una mirada atenta sobre la vida de los agrupamientos políticos que conforman el kirchnerismo, da cuenta de una fuerza política en permanente construcción y debate, algo difícil de encontrar en un avejentado comité radical, en los insípidos frentes de los locales amplios y progresistas, o en los peloteros amarillos que se hacen y deshacen según la proximidad de las elecciones.

Para Prensa3m

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