viernes, 12 de julio de 2013

El Poder en el Estado (macilento)



¿Es posible sumergirse en la mierda, cruzar el río, y salir impoluto al otro lado de la orilla? "Siempre, al menos un sorete te queda pegado", dicen por ahí.

¿Y es posible, asumir el ejercicio de alguna forma de poder, sin sumergirse, en su proporcional charquito de mierdita?

Esto no es una justificación sobre los dobleces de quienes ejercen, o quienes ejercemos (casi todos en alguna medida lo hacemos, al menos en modo circunstancial), el poder. Intento problematizar sobre ello. Sobre el significado de la negociación, que, cuando se tiene algo de poder, implica (cada tanto) ceder; y, cuando se pone en juego el poder: ceder en alguno de tus principios.

El problema, es cuando se pierde el horizonte ideológico. Allí, la negociación deviene de la siguiente manera: primero intentamos cambiar la realidad del conjunto de la sociedad, y si no se puede bueno, al menos cambiar la propia realidad. Ahí está el quiebre. Sobre esa cumbre delgada transitan los funcionarios cuando no tienen un horizonte ideológico ni un proyecto colectivo (no una asociación ilícita).

Ahí, en el Estado que paga la Asignación Universal, también está la bestia macilenta y la opacidad del poder.

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