domingo, 22 de agosto de 2010

“El único que puede hacer parar una pija en la literatura soy yo”


“Fogwill, el mito, empezó a ser Fogwill con una ecuación casi imposible que le sirvió de pedestal para erguir su propia y controversial figura literaria.
En números, es así: 6 + 12 = 1. Ahora, los sustantivos cuantificados: seis, los días que pasaron entre el 11 y el 17 de junio de 1982. Doce, los gramos de cocaína que Fogwill se tomó durante esos días. Uno, el libro que le salió. Una obra maestra, la primera de varias que lo tuvieron como autor. Los Pichiciegos le puso de título.”
A propósito de la Muerte de Fogwill, leemos una buena nota de Gabriela Cabezón Cámara publicada en Clarín.

Aquí la nota completa:

Fogwill: Murió el último maldito de la literatura argentina
Se murió Fogwill. Hay oraciones que ojalá nunca hubiese que escribir. Por ejemplo, que se murió Fogwill. Pero fue así, ayer a las 17 apróximadamente, en el Hospital Italiano, lo mató un enfisema pulmonar. Se murió Fogwill y, con él, una de las fuerzas más originales y ricas de la literatura argentina de los últimos treinta años. Sus restos serán velados hoy en la Biblioteca Nacional, a partir de las 15.

La fundación mítica


Fogwill, el mito, empezó a ser Fogwill con una ecuación casi imposible que le sirvió de pedestal para erguir su propia y controversial figura literaria.
En números, es así: 6 + 12 = 1. Ahora, los sustantivos cuantificados: seis, los días que pasaron entre el 11 y el 17 de junio de 1982. Doce, los gramos de cocaína que Fogwill se tomó durante esos días. Uno, el libro que le salió. Una obra maestra, la primera de varias que lo tuvieron como autor. Los Pichiciegos le puso de título. La cosa fue así, contó él, a cualquiera que se lo preguntó desde 1983: su mamá vivía en el mismo edificio. Bajó a visitarla, la señora miraba televisión y le dijo: “¡Nene, hundimos un barco!”. Y él se encerró y escribió los primeros tres días y corrigió los siguientes y al séptimo podemos suponer que descansó. Se trata de la guerra de Malvinas Los Pichiciegos. La guerra en su materialidad más concreta, la nieve que congela, el barro que se pega al cuerpo, la comida y los cigarrillos que faltan, los límites perdidos entre un bando y el otro en una transa constante de esas cosas indispensables y la deserción: lo único que deja en pie esta guerra son las ganas de sobrevivir un poco más y lo único importante son cosas como ésta:
“Ni los ingleses ni los malvineros, ni los marinos ni los de aeronáutica: ni los del comando, ni los de policía militar tienen un miserable frasquito de polvo químico, tan necesario. No hay polvo químico, nadie tiene.

Con polvo químico y piso de tierra, caga uno, cagan dos, cagan tres, cuatro o cinco y la mierda se seca, no suelta olor, se apelotona y se comprime y al día siguiente se la puede sacar con las manos, sin asco, como si fuera piedra, o cagada de pájaros.”

Así, con una ecuación casi imposible, con una obra maestra, imaginando una tribu de soldados desertores unidos sólo por la necesidad, imaginando esas necesidades en lo más concreto, Fogwill empezó el mito de Fogwill, que tiene atributos varios. Uno de ellos, el de la profecía. Contaba que él escribió la derrota antes de que se anunciara. Contaba que en otro texto auguró el retorno de la democracia al mando de los radicales. Y que apostó plata por Alfonsín cuando todos creían que serían el peronismo y Lúder los ganadores.
Pero antes de que Fogwill fuera Fogwill así, a secas, fue Rodolfo Enrique. Nació en 1941 en Bernal, hijo único y el genio de la familia: a los cuatro leía, a los 16 ingresó en Medicina, de ahí se fue a Filosofía y Letras y de ahí a Sociología, de donde salió a los 23 con el diploma abajo del brazo. Desde ese momento hasta finales de los ‘70, se dedicó a hacer dinero en publicidad. Hizo mucho, contaba. Inventó eslóganes que son tan parte de la cultura nacional como “el sabor del encuentro”.

En 1980 cambió de vida. Tenía 39 años, acababa de publicar su primer libro de poemas, El efecto de la realidad, y ganó un concurso de cuentos de Coca-Cola. Ahí se decidió a ser escritor. Y a ayudar a otros que lo fueran. Fundó una editorial propia, Tierra Baldía, editó a poetas importantes y fundamentales como Osvaldo Lamborghini y Néstor Perlongher, que serían centrales para la literatura argentina que se empezó a escribir diez años después. Un gesto extraño. Es raro que un escritor se dedique a publicar a otros que son mejores que él. Y, en 1980, Perlongher y Lamborghini eran mucho más poetas que Fogwill. Ese es otro de los atributos del mito Fogwill: el de la generosidad con sus colegas. Atributo del que gozaron no sólo Perlongher y Lamborghini, sino muchos otros, como Fabián Casas, Martín Rodríguez, Martín Gambarotta, Sergio Raimondi, Hebe Uhart, Diego Meret y María Medrano, entre muchos otros a los que Fogwill no dudó en apoyar de diversos modos. Como mínimo, elogiándolos públicamente.

Entonces: Fogwill niño prodigio, publicista genial, rico, generoso, editor, cocainómano, Fogwill escribiendo durante la misma guerra la mejor novela sobre la guerra de Malvinas que se haya escrito hasta ahora. Faltan dos Fogwill: el provocador y el presidiario. Porque estuvo preso, acusado de estafa y esa es otra pata de su mito. Fue, también, en 1980: contaba Fogwill que la Secretaría de Información Pública estaba convencida de que sus publicidades televisivas tenían mensajes en contra de la familia y a favor del ERP –del que por entonces no quedaba nada–. Le cerraron las cuentas bancarias y lo procesaron por subversión económica. Con las cuentas cerradas y preso, Fogwill no pudo, claro, pagar sus deudas: entonces terminaron condenándolo por defraudación. Es decir por no pagar sus deudas.

El provocador se peleó con mucha gente: con las Madres de Plaza de Mayo, con Ricardo Piglia, con las campañas a favor del aborto, con Beatriz Sarlo, con el divorcio (él, que se separó muchas veces), con los propulsores del matrimonio gay (el matrimonio es “la institución más mierda que produjo la sociedad contemporánea”, argumentó), con Alan Pauls, con la legalización de la droga (que no se privó de consumir).

Hubo Fogwill polémico, pensando la literatura y empujando a los escritores jóvenes. Hubo Fogwill escribiendo de la mejor. Ojalá siguiera habiendo Fogwill.

Fogwill Básico

Novelista, poeta, cuentista y columnista, 1941-2010. Escribió más de 20 libros, entre ellos: “Mis muertos punk”, (1980), “La buena nueva” (1990), “Una pálida historia de amor” (1991), “Muchacha punk (1992)”, Vivir Afuera (1998), “La experiencia sensible (2001), “En otro orden de cosas” (2002) y “Runa” (2003). Sus “Cuentos Completos” se publicaron el año pasado en Alfaguara.

2 comentarios:

  1. Lucidez: la de Fogwill, la del periodista que lo retrata y la del bloguero que cuelga la nota del periodista que retrata a Fogwill.

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  2. DOCUMENTO HISTORICO: Kikito se infiltró el la casa de
    Magnetto y te revela lo que nadie sabe sobre la cumbre gorila http://www.kikitodulce.blogspot.com/ Y si estás de este lado, hacete miembro del blog. ¿O a vos también te llegaron las radiaciones del magnettismo?

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